Sos china el ferrocarril
donde yo paro la olla
y sos la mecha que se arrolla
en el pico del candil.
Sos la sonrisa burlona
que asoma en el nivel,
sos la llanta en el riel,
que hace mil garabatos
y aquella yunta de gatos
grandes y perezosos.
Sos el vaivén de las crucetas
y los pesados sectores
y tambien los purgadores
para espiantar los sotretas.
Cuando estás muy enojada
sos como plasta en el horno,
como llama de retorno
y como rueda planchada;
como un completo carguero
con las prensas reventadas
bajo los soles de enero.
Sos la escobita rabona,
indiferente y apática
y sos la fuerza hidrostática
con que el patente funciona.
Sos la única soberana
con tu escape armonioso,
con tu silbato fogoso
que despierta al vecindario.
El humo es penetrante
y el reflejo del hogar
que te hace pestañar
cuando pasas el gancho.
Hay que palear
sin cargarte demasiado,
livianito adelante,
pero atrás bien cargado.
Siempre atento a los pormenores
hasta llegar a la meta,
con prisa y atención
para la próxima parada.
Ya llegamos a la estación,
la señal está baja,
la verde en el andén,
contraseña del furgón,
firme el agua y la presión.
Para continuar el recorrido,
la vía libre en el arco,
las tomas con atención
porque es la autorización
hasta la próxima parada.
Parece que entendiera,
se afirma su caldera,
buen nivel de agua y vapor,
para continuar en horario
hasta la próxima estación.
Cuando tomas servicio,
el llamador con la boleta,
le firmas la papeleta
por si hay alguna observación.
Cuando llegás al galpón
con todo su equipaje,
la valija con la ropa,
el mameluco limpito,
los elementos del mate
para despuntar la mañana,
las sabrosas milanesas
y la botella baquiana.
Desde el punto de partida
dependés de tu amiga fiel,
la morocha del riel,
bien preparada y ligera,
para cumplir la jornada.
La carga bien pesada
y de vagones completa,
con la ilusión de llegar
sin sobresaltos y a horario
hasta el final de la meta.
Preparando a la morocha
para el descanso final,
aceiteras cerradas,
el patente, el pajarito,
las mechas recogidas
y las herramientas juntadas.
Cuando llegas a la pieza,
luego de la ardua jornada
cumpliendo con tu deber,
por eso que sin pretexto
y con mucha devoción
a la china con cariño
que la trato como un niño,
por lo fiel y compañera
y por todo su escozor,
le dedico con calor
a la catanga a vapor
ese poema sincero.
Por último en la cocina,
donde se dicen macanas de gran calibre,
porque sos la vía libre
de esta vida peregrina.
Ya sos historia catanga.
Con tu recuerdo en el mármol,
tu silueta se divisa
ante todo con honor.
Vos catanga a vapor,
en el parque de mi pueblo,
silenciosa y bien parada
con tu estampa reluciente,
para que te admiren los gurises
y se detenga la gente.
Así será tu recuerdo,
porque te lo merecés,
como elemento de unión.
Naciendo junto a la estación
un nuevo pueblo de campo,
que esa fue tu misión
y así lo entendimos todos.
En tu largo recorrido,
cruzando pampa y desierto,
juntaste en campo abierto
dando vida y alegría.
Los pueblos son los testigos,
que hoy rinden a tu memoria
allá en esa plaza de gloria,
cuando llegaste un día
para crear un poblado
donde eran tolderías.
Ricardo Cal
Poesía rescatada del libro "Ferrocarriles en el Mundo" del autor Ricardo Cal (Publicado en Marcos Paz, Provincia de Buenos Aires, Argentina, año 1999).
Ricardo Cal fué miembro de una familia de conductores e instructores de locomotoras a vapor de la localidad de Villars. En el Centro Cultural que se ha constituido en el edificio de la estación ferroviaria Villars, en el año 2002 se inauguró una biblioteca pública que lleva su nombre.
FUENTE: Sitio en Internet
http://www.villacrespomibarrio.com.ar