domingo, 15 de octubre de 2017

El túnel debajo de los Talleres Junín, provincia de Buenos Aires

En esta entrada reproducimos un artículo periodístico referido al túnel aún existente por debajo de los Talleres Junín, provincia de Buenos Aires. 

Originalmente fue publicado el domingo 24 de septiembre de 2017 en el sitio en Internet del diario "Democracia" de Junín: 
https://www.diariodemocracia.com/locales/junin/171204-tunel-detenido-tiempo-predio-donde-junin-gesto-su/

Un túnel detenido en el tiempo, en el predio donde Junín gestó su desarrollo
Por Redacción Democracia

Ocupa alrededor de ochenta metros por debajo del tendido de las vías del tren y era utilizado exclusivamente para el ingreso y egreso de los empleados. Democracia realizó un recorrido junto a Juan Dall´Occhio, anteúltimo jefe de los talleres.


"Muchos trabajadores que salían por puerta norte, cuando la dotación de operarios era de 3000, alrededor de 2000 salían por allí y no conocían el túnel del otro lado. Hay gente que entraba a su sector y no conocía lo que había al lado”, cuenta.
El túnel de acceso fue especialmente diseñado para el paso de los empleados ferroviarios ya que la playa con once vías requería, por seguridad, el  paso por debajo del tendido.
“Todo el mundo cuando viene quiere conocer el túnel, es más importante el túnel que el taller”, dice Juan, un poco con humor y otro poco como una queja.
Es que por años y años, luego de caer en desuso, el rumor de la existencia del túnel se convirtió en una curiosidad que pocos podían comprobar con sus propios ojos.
A la altura de la puerta del túnel que se erige dentro del predio, aún pueden verse a un costado los restos de lo que fuera el reloj para marcar el ingreso y egreso de operarios.
Pero más allá de todo aquello que pudiera marcar un reloj, hay mucho más guardado en las paredes, impregnado en  las escalinatas del túnel que un malón de operarios cruzaba a diario llenando con sus pasos y sus voces un espacio que hoy no es más que un pasadizo, una especie de cueva librada al abandono, el descuido y visiblemente vandalizada, cubierta de basura y despojos.
Para Juan, sin dudas puede tener una mejor utilidad a futuro. 
“Puede ser  una galería con pinturas. Un taller histórico”, dice con la nostalgia propia de una vida transcurrida en el predio.

Apenas nueve operarios
En 1886 el predio ferroviario comprendía 70.000 metros cuadrados de superficie cubierta con 29 kilómetros de vías extendidas y contaba con solo 9 operarios.
Poco a poco una obra monumental para un pueblo como Junín comenzó a erigirse, logrando convertirse su actividad en el epicentro de la economía local y regional, en consonancia con el ritmo que ya marcaba el país.
Si uno se pregunta por qué fue Junín  el lugar elegido para la creación de semejante obra, Juan tiene dos posibles respuestas.
Junín era estratégico en el sentido de que había que hacer el ferrocarril alejado de la costa por los bombardeos. Un taller es fácil de ser bombardeado por un barco”, explica refiriéndose a la previsión de los británicos respecto de la guerra.
Además, según Juan, “había una cuestión técnica porque la locomotora a vapor tenía un régimen de marcha complicado, entonces era importante que hubiera un taller de reparación aislado y con capacidad de mano de obra importante,  que la trajeron de afuera. La mayoría de los operarios los trajeron de Irlanda, Italia y España”. 

Juan fue el anteúltimo jefe del taller, ocupando el cargo del departamento de mecánica que funcionaba donde ahora se encuentra la UNNOBA, en calle Newbery. 
“El departamento de mecánica tenía toda la línea desde Retiro a Mendoza,  San Juan, San Luis, toda la línea se manejaba desde ahí. Pensá que aquí hay 29 kilómetros de vías, 70.000 metros cubiertos, es decir siete manzanas y media techadas. Eso significa desagües, cañerías, todo. Los ingleses estaban a la cabeza del mundo”.
Y por si hubiera dudas de su afirmación, Juan explica que la usina creada conjuntamente con el predio entre 1906 y 1907 tenía una capacidad eléctrica para abastecer una ciudad de 25.000 habitantes, con el dato curioso de que en Junín en esos años había apenas 5.000 –y el ferrocarril contaba con alrededor de 1600 operarios-.
La puntualidad del sonido de la sirena a las 5.30, los pisos de madera relucientes, los caminos de hierro -realizados con las sobras de las 100 toneladas mensuales que se fundían para repuestos y demás-,  el galpón de herrería,  que guarda máquinas que datan de la Revolución Industrial, las anécdotas cotidianas del mundo ferroviario, todo fluye  y desborda en la voz entusiasmada de Juan, que se jubiló en 1993 pero que preserva  cada detalle guardado en su memoria como uno de los testigos más recientes de una época próspera e irrepetible para el pueblo que se encaminaba a convertirse en ciudad.