martes, 9 de enero de 2018

El ferrocarril en Morón, provincia de Buenos Aires

Reproducimos una nota referida a la historia del ferrocarril en Morón, provincia de Buenos Aires. 
La misma fue publicada en el Blog "Historia Morón" que incluye trabajos del Instituto y Archivo Histórico de Morón.

El Ferrocarril en Morón

La llegada del tren se ha constituido en un hito fundamental en el pasado de los moronenses, una bisagra en su historia que marca un antes y un después.
Las estaciones de trenes, con todo lo que conllevan, se erigen como símbolos de progreso y modernización a lo largo de cada recorrido.

El andén de cada estación se convirtió en un espacio social. Allí se mostraba la sociedad: los periódicos reflejaban ese verdadero desfile de damas y caballeros en general jóvenes que concurrían para lucirse, conocerse y mostrarse, las familias paseaban por el andén.

EL FERROCARRIL DEL OESTE
Los orígenes:
Hasta mediados del siglo XIX, el municipio de Morón fue un distrito rural que producía trigo y hortalizas para el mercado porteño. Fuera del pequeño poblado de Morón, la población era escasa y estaba dispersa en chacras y quintas. Pero a partir de la década de 1850 este perfil rural comenzó a transformarse. El arribo del ferrocarril y la llegada masiva de inmigrantes significó para nuestro partido un acelerado crecimiento demográfico y la urbanización del paisaje. Junto a las estaciones de ferrocarril surgieron y crecieron centros urbanos como Haedo, Castelar, Ituzaingó, Hurlingham y El Palomar, mientras que el modesto poblado de Morón adquiría su actual condición de importante centro comercial.

La historia del ferrocarril en Argentina comienza en 1854 cuando la Legislatura de Buenos Aires autorizó la creación de la Sociedad Anónima del Camino de Hierro de Buenos Aires al Oeste. El capital inicial de esta empresa, que provenía de inversores privados nacionales, resultó insuficiente para darle impulso, por lo que el gobierno bonaerense se vio obligado a adquirir parte de las acciones. De esa forma pudieron ser compradas dos locomotoras, primero la Porteña, que había sido utilizada por los ingleses en la Guerra de Crimea, y luego la Argentina. Se trajo también desde Gran Bretaña personal especializado y materiales para el tendido de vías, gracias a lo cual el 29 de agosto de 1857 se pudo inaugurar el primer tramo de la línea que iba de la estación del Parque (hoy Teatro Colón) a la estación Floresta.

El ferrocarril llega a Morón:
En los años siguientes, el Ferrocarril del Oeste creció en extensión y servicios, a pesar de sus serios problemas de déficit. Hubo años, como 1859 y 1860, en que no dejó ganancia alguna, a pesar de un notable incremento en la venta de boletos, que en el último de esos años ascendieron a 300.000. La provincia de Buenos Aires siguió aportando capitales, en este caso 6.000.000 de pesos. Gracias a ello se adquirieron nuevas locomotoras y la línea se siguió extendiendo hacia el oeste. En 1858 fue inaugurada la estación Ramos Mejía, en 1859 la estación Morón y en 1860 la estación Moreno.

Al inaugurarse la estación de Morón, los servicios todavía eran poco frecuentes. Había tres viajes diarios de ida y tres de vuelta a la estación del Parque. De aquí salían trenes a las 7.35 de la mañana, 2 de la tarde y 7.30 de la noche. Con la llegada del ferrocarril creció la afluencia de veraneantes. Morón era por entonces una zona renombrada por la pureza de su aire y su clima benigno, que llamaban la Córdoba chica. Según una noticia del periódico El Nacional, los jóvenes de las clases acomodadas venían en tren a tomar café a los bares cercanos a la estación y pasar la tarde charlando.

El ferrocarril tuvo también una enorme incidencia en el valor de los terrenos. En la provincia de Buenos Aires éste aumentó unas treinta veces entre las décadas de 1850 y 1870. Ello se debió a que el paso de las vías daba una mayor accesibilidad a la tierra. En Morón, este proceso de valorización resulta fácil de apreciar en el caso del molinero francés Augusto de La Roche, que en 1855 compró 30 manzanas cercanas al pueblo en 16.000 pesos, y vendió cada una de ellas unos años más tarde a un promedio de 10.000 pesos. El loteo de esta finca permitió una ampliación del radio urbano.

Como la empresa Buenos Aires al Oeste se convirtió en crónicamente deficitaria y corrió peligro la continuidad del servicio, en 1863 la provincia de Buenos Aires adquirió todo el paquete de acciones. La línea prosiguió expandiéndose hacia el oeste y alcanzó Chivilcoy y Bragado.

Durante la gestión provincial se construyeron, además, los primeros ramales, entre ellos el que unía Haedo con la ciudad de La Plata, flamante capital de la provincia. Este ramal unía el Ferrocarril del Sur con el Ferrocarril del Oeste.

A fines del siglo XIX se construyeron nuevas estaciones, como la de Ituzaingó en 1874 y la de Haedo en 1886. Según un aviso de remate publicado en el diario La Nación, en 1874 ya existía en Castelar un apeadero, conocido como el Chimborazo, pero la estación no se inauguró hasta 1913.
Familia en la estación de Castelar, año 1949

De los ingleses a la estatización:
El gobierno provincial decidió, finalmente, deshacerse de las acciones del Ferrocarril Buenos Aires al Oeste, apremiado por la crisis económica de 1890, y las vendió a una compañía británica, The Buenos Aires Western Railway Limited. La concesión, que fue renovada por la ley Mitre en 1907, duraría hasta 1947, año en que el gobierno del presidente Perón estatizó los ferrocarriles. La época de los ingleses sería bien recordada por el estilo arquitectónico que impusieron a las estaciones, que aún se aprecia en la de Ramos Mejía, o por grandes construcciones como la Estación Central de Once.

El siglo XX trajo cambios en la tecnificación del servicio. Desde la primera década se venía estudiando el reemplazo de las locomotoras a vapor por la electrificación, pero ésta no pudo ser implementada hasta luego de que concluyó la Primera Guerra Mundial, en 1923. La modernización no afectó, sin embargo, la venta de pasajes diferenciados. Desde la creación de esta línea ferroviaria hasta ya entrada la década de 1950, había vagones de 1ra y 2da clase. Los vagones de 1ra. eran lujosos, con asientos tapizados y limpios. Los de 2da, bien cuidados pero de madera. Otra característica de los servicios era la exclusividad del asiento. Cada pasajero tenía su asiento reservado y todo el mundo respetaba ese lugar. Ni hablar de los horarios: la puntualidad era sagrada.

La frecuencia de los servicios fue ampliándose en consonancia con el crecimiento demográfico y la urbanización.
En 1872 Morón recibía 4 trenes diarios, y la duración del viaje desde la capital se estimaba en 65 minutos. En 1925, había 65 servicios de Morón a Once con 15 minutos de diferencia, aumentando los domingos y feriados a 74. En 1934 circulaban entre Plaza Once y Morón un promedio de 75 trenes ida y vuelta.

Hasta la década de 1930, las empresas ferroviarias tenían un público cautivo que no podía optar por otros medios de transporte. Esto cambiaría con la construcción de rutas y la generalización del transporte automotor. Pero aunque surgieron otras alternativas para el transporte de pasajeros y mercancías, la importancia de los ferrocarriles urbanos no menguó. El ferrocarril y el transporte automotor, aunque a menudo compitieron, otras veces se complementaron. La estación de Morón, que se convirtió en un importantísimo centro de transferencia hacia las barriadas obreras que surgieron con la industrialización, es un ejemplo de esa complementación: aparecieron en su entorno varias terminales de ómnibus y colectivos, como la de la antigua Plaza La Roche, que conectan la ciudad con su periferia o con otros partidos.
Estación de Morón, año 1923

 Guarda de tren, década del 60

EL FERROCARRIL BELGRANO (EX-MIDLAND)
En 1906 se inauguró el Ferrocarril Midland, con capitales ingleses. La empresa que administraba el paquete accionario gestionó un recorrido que naciera en la ciudad de Buenos Aires y se internara en la provincia, pero un decreto del Poder Ejecutivo le impidió adentrarse en territorio porteño. Se trató, por lo tanto, de un ferrocarril enteramente provincial, cuya extensión era de 517 kilómetros. Partía de Puente Alsina, sobre el Riachuelo, y atravesaba una importante zona agropecuaria hasta alcanzar Carhué.
En sus comienzos el Midland contaba con tres coches motores a vapor, con capacidad para transportar 28 pasajeros en 1ra. Clase y 24 en 2da. Posteriormente el material rodante se fue modernizando, pero todavía en la década de 1930 seguía utilizando algunas locomotoras a vapor. En 1947, este ferrocarril fue nacionalizado y pasó a ser llamado Ferrocarril Gral. Belgrano.

Las vías del antiguo Midland cruzan el partido de Morón en su ángulo sur, a la altura del barrio San Francisco. Allí se encuentra la estación de Merlo Gómez, a mitad de camino entre las estaciones González Catán (Partido de La Matanza) y Libertad (Partido de Merlo, donde la empresa tuvo tradicionalmente sus talleres). Los terrenos donde se encuentra dicha estación fueron donados por la familia Merlo Gómez, que tenía grandes extensiones de tierras en la zona desde la época colonial. Algunos viejos vecinos del Barrio San Francisco todavía recuerdan que en el predio que ocupa la estación había habido un vivero, que pertenecía al Sr. Pablo Tacchella. 

EL FERROCARRIL SAN MARTIN
Inicialmente, este ferrocarril fue conocido como Buenos Aires al Pacífico. Fue una creación de dos empresarios chilenos, los hermanos Juan y Mateo Clark, que proyectaban exportar los productos de su país a Europa a través del puerto de Buenos Aires.
En 1872, los Clark consiguieron autorización para iniciar las obras en suelo argentino. Lentamente se tendieron las vías en la zona de Cuyo y continuaron hacia el este, hasta alcanzar en 1886 la ciudad bonaerense de Mercedes, donde las mercancías se transbordaban a los vagones del Ferrocarril Oeste para llegar al puerto. Ese mismo año se obtuvo permiso para llegar con la punta de riel al barrio porteño de Palermo, donde se instaló la estación cabecera. Posteriormente, dicha cabecera se mudaría a Retiro.

En 1888 el Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico abrió al público un servicio local, que se extendía entre las estaciones Palermo y Pilar. Al principio sólo existían dos estaciones intermedias: Caseros y Muñiz. Un año y medio más tarde se habilitaron otras, entre ellas las de Villa Devoto, Hurlingham, San Miguel y Santos Lugares.

El Ferrocarril San Martín cruza el partido de Morón por su vértice norte, atravesando la localidad de El Palomar. En 1908 se habilitó una estación en el kilómetro 18,075 (a contar desde Palermo). La misma fue bautizada con el nombre de El Palomar, y en torno a ella se comenzó a lotear el terreno y surgió el pueblo del mismo nombre.

LOS NOMBRES DE LAS ESTACIONES:

Haedo:
La estación de Haedo, al igual que la localidad, deben su nombre al uruguayo Mariano José Haedo, nacido en 1830 y fallecido en 1925, que fue el primer director de los ferrocarriles provinciales entre los años 1863 a 1866. En 1886 el gobierno provincial lo homenajeó en vida bautizando con su nombre a la estación que se construyó entre Morón y Ramos Mejía.

Morón:
La estación de Morón lleva el nombre de la ciudad. El nombre de Morón ya se le daba a estos parajes más de un siglo antes de la llegada del ferrocarril.

Castelar:
Esta estación fue llamada Kilómetro 22 hasta que el escritor y político Estanislao Zeballos, que poseía una quinta en la zona, hizo moción para que se le diera el nombre de Emilio Castelar, político y escritor español nacido en 1832 y fallecido en 1899. Castelar fue militante del partido republicano y llegó a ser presidente de la primera República Española en 1873.

El Palomar:
El nombre de la localidad y de la estación responden a una antigua construcción que se hallaba en terrenos de la estancia de Diego Casero: un antiguo palomar junto al cual se libró la batalla de Caseros, en que las tropas del gobernador entrerriano Justo José de Urquiza vencieron a las del brigadier Juan Manuel de Rosas.

Merlo Gómez:
Recibió su nombre de la familia de terratenientes que donó terrenos al ferrocarril Midland en la primera mitad del siglo XX.

FUENTE: Sitio en Internet