Hace 153 años, un día como hoy -30 de agosto- se inauguró el primer ferrocarril en Argentina.
El viaje inaugural lo realizó una locomotora a vapor llamada "La Porteña", que había sido traída de Gran Bretaña.
En homenaje a aquella primera máquina que surcara los rieles argentinos, transcribimos -en esta entrada- una poesía que fuera escrita -dedicada a esa locomotora- en Luján en el año 1954 por el Sr. Ernesto Mario Barreda.
La Porteña
Soy de todas la más pequeña
y si hoy descanso, silenciosa,
fue mi orgullo ser "
cual una linda muchacha ribereña,
que fuera luciendo su facha
tan garboza como trigueña,
con su andar, ya pausado, ya de prisa,
que si pasa ni se siente cuando pisa.
¡Oh, muchos años he rodado!
(que también de fuerte presumo)
y en la historia del intrépido pasado,
mi corazón, en fuego, volaba en alas de humo.
Y si yo no lucía el farol,
que ya hoy no le falta a ninguna,
salía de día a correr al sol
y de noche salía cuando había luna…
Con mi ligero troque traque,
iba rítmica igual que un trino,
Y nunca atropellé a un vecino,
aunque no tenía miriñaque.
Pero luego, con el rastrillo
que me pusieron adelante,
si se cruzaba al paso algún potrillo
me divertía jugando al volante.
Y avanzaba por el campo verde,
con el progreso que me trajo,
hasta donde la vista se pierde,
en mi voluntad de trabajo.
Y si el arado iba conmigo,
al surco fecundaba el grano.
Y era mi gusto ver en el verano
las espigas maduras del trigo.
El sudar, el silbar, el soplar,
serenita sobre mi riel.
Y el campo como quieto mar
que surcara un terrestre bajel.
La sirena lanzaba su grito,
el pistón resollaba su voz.
Y arrastrando mi vagoncito,
salía, gallarda y veloz,
desde el Parque hacia el Caballito.
Después me puse a correr millas,
con mi convoy de un coche solo,
que inauguraron -fausta escena-
don Dalmacio con su melena,
don Matías con sus patillas,
y con su barba don Bartolo.
Y tan orgullosa y ufana,
crecía en rieles a mi paso,
desde el bregar por la mañana
hasta el descanso en el ocaso.
¡Y siga, cueste lo que cueste!
Ardía toda en carbón o leña.
Yo era la audaz y "
corriendo en triunfo hacia el oeste,
sobre el campo verde y sonoro
donde mugía, gordo, el toro
y la oveja daba su lana,
y la esperanza su mañana
con las mieses de oro, de oro, de oro…
¡Fecundidad en la riqueza!
¿A quién no exalta la cabeza
la ilusión que se vuelve un hecho,
y le incendia en chispas el pecho?
¡Ah. tiempos! ¡Qué mañanitas
de sol, de campo y de viento!
Bajo "el ombú corpulento",
cercado en tunas y pitas,
el rancho con su tambera,
que salía, matinal,
a ordeñar a la lechera,
en su clara pollera de percal.
Llegué a Morón, en viaje diario,
(recuerdo que no se me borra)
con mi tarifa y con mi horario
sople que sople, corra que corra.
Sonaba la briosa canción
en mi corazón satisfecho,
y con ese fuego del pecho
iba ensanchando la nación.
Un día. lejos, ya por fin
alcancé a columbrar los Andes.
La pampa sería un jardín
para sueños de los más grandes.
Y mi dicha se vió completa
la mañana que llegué a ver
yendo al campo con su mujer,
con su pipa y con su carreta,
aquellos colonos de ayer…
Colores. luces, gritos
de júbilo, canten las horas
como cantan los pajaritos.
Ya dí toda mi juventud.
Que celebren nuevas auroras
desde la mar hacia el oeste,
bajo el cielo blanco y celeste,
a nuestra gran patria del sud.
Y llegó la locomotiva
gigante, con tantos vagones
como si arrastrara poblaciones.
Y yo grité ¡bravo!, ¡viva!,
hay que llegar hasta el final
sembrando los frutos del bien,
sembrando los frutos del bien,
¡y aplastando al diablo del mal
bajo las mil ruedas del tren!
Y ese día, sin una falla,
con mi suerte que se cumplía,
callé el pistón, apagué la hornalla,
y me retiré de la vía,
con humilde y confortada pena,
cual una máquina dócil y buena
que canta si corre, que calla si frena.
No me duele que hoy no se sienta
mi silbato, ¡si ya no grita!
ni las campanas salidas me dan.
Yo siempre estoy, lista y contenta,
saludando al que me visita,
en mi sala del Museo de Luján.
FUENTE: Esta poesía fue publicada por el diario "La Prensa", de la Ciudad de Buenos Aires, el 27 de junio de 1954.
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