Publicamos el fragmento final -a modo de poesía- de un libro escrito, por el autor Juan Luis Gallardo.
LOS TRENES DE MI INFANCIA
(Fragmento final)
Y había una maravilla
colmando mi ansiedad
de chico deslumbrado que
llega a la ciudad:
en su caja de vidrio,
sobre cierta peana
se hallaba una estupenda
locomotora enana.
En ella aparecían,
copiados al dedillo
los menores detalles,
tornillo por tornillo.
Y, suprema delicia,
poniendo unas monedas,
sus luces se encendían y
giraban sus ruedas.
También aquel prodigio
se perdió en el misterio.
Tal vez se lo llevaran
al breve cementerio
que alberga los juguetes
que van a la basura
contiguo al de los
trenes de más envergadura.
Es allí donde yacen los
trencitos a cuerda
junto a viejos expresos
que ya nadie recuerda.
Pero ahora que vuelven
los trenes de mi infancia
consumiendo carbones de
extinguida fragancia
pero ahora que llegan
desde un vago suburbio
perdido en la distancia,
difuminado y turbio,
regresará con ellos,
flamante su pintura
y brillantes sus luces,
el tren en miniatura.
Volverán todos juntos,
la máquina pequeña
los trenes de juguete,
los expresos a leña.
Y yo, mientras mi madre
me tiene de la mano,
los estoy esperando, de
nuevo, en Pirovano.
Juan Luís Gallardo
Juan
Luis Gallardo escribió un libro, de versos espontáneos y sencillos, que son los
más difíciles, en el que narró el maravilloso viaje de un niño en la década del
‘70 -el mismo poeta, claro está- desde una estación de la provincia de Buenos
Aires -Pirovano- hasta la terminal de Constitución.
Entre
las cosas que lo sorprenden en este enorme edificio, está la inconcebible
locomotora en miniatura (enana, para él) que gira sus ruedas ante sus ojos
absortos.
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